Hacía mucho tiempo que no estaba en contacto tan profundo con La Madre Naturaleza y por regalos de la Vida este verano me tocó estrechar vínculos con los bosques y lagos de un paraje llamado Bergsjo en el centro norte de Suecia.
En otras oportunidades los veía de lejos, al costado de la carretera, los imaginaba llenos de oscuros peligros, agresivos, con misteriosos recovecos dónde el alma podía quedar atrapada en un laberinto del cual iba a ser incapaz de salir y encontrar el camino de regreso. Es increíble el poder fantasioso de la mente… el miedo alimentado por dicha fantasía nos lleva a los infiernos más temidos, a esas imágenes paralizantes que nos impiden experimentar los hechos más allá de las ideas, en este caso lo comprobé en muchas ocasiones; el mecanismo llamado proyección estaba en activo y sólo el AQUI Y AHORA permitía distinguir lo imaginado de lo real.
Me fui adentrando muy despacio en el desconocido paisaje con la ayuda de un palo que me acompañó todo el viaje cómo apoyo…
Lo primero que intenté es estar TOTALMENTE PRESENTE, viendo dónde pisaba para no caer ni resbalar, tengo los tobillos muy frágiles y estar con la ATENCIÓN constante me permitía cierta seguridad frente a lo desconocido; ATENCION EN EL AQUÍ Y AHORA fue el entrenamiento. A medida que se desarrollaba esta actitud percibía mayor claridad en cada rincón, y dicho entrenamiento sumado al descubrimiento de ese mundo me llenaba de regocijo y sorpresa.
Comencé la exploración y había llovido, aunque hacía más de dos horas que el sol del verano estaba presente, pude observar que las gotitas sin evaporar formaban una especie de luminosas luciérnagas de agua las cuales reflejaban el arco iris del atardecer. Los pájaros trinaban alegres y en un pequeño hueco del bosque un tronco de árbol me sirvió de asiento…respiré buscando calma y relajación, se me hizo evidente en ese momento el poder de la respiración, me conmovió la paz que percibí, el olor de la tierra húmeda, los rayos del sol que atravesaban las ramas de los árboles, la cantidad infinita de especies de musgos, los diferentes verdes y marrones que se abrían frente a mis ojo…¡ Los cinco sentidos estaban despiertos y llenos de gozo!
De repente me llamó la atención un frágil helecho que se dejaba mecer por el viento, que no se resistía y apoyándose en él dibujaba una danza exquisita y maestra de ACEPTACIÓN.
En ese momento recordé cuantas veces me resisto a Aceptar el Presente tal como es, cuantas veces pretendo “manipular” lo esencial que se está jugando en el Aquí y Ahora, en cuantos momentos me daño o daño por no querer rendirme a los hecho y danzar con ellos… Los condicionamientos, las estructuras viejas, en definitiva, las vocecitas que interpretan lo que está ocurriendo vuelven a ser el factor que impiden vivir la experiencia del fluir constante de la existencia.
También percibí que sí me situaba en ese fluir experimentaba el Darme Cuenta que no se puede atrapar ni controlar nada, que todo está en un constante movimiento. Sentí una pizca de miedo al tocar el aroma de la incertidumbre, ese vacío que nos devuelve lo pequeños que somos y nos evidencia una Fuerza Mayor inmanejable que empequeñece la fantasía egóica de que todo se puede controlar… Empecé entonces a reflexionar sobre lo que me producía inquietud, y comprobé que era perderme en esa inmensidad. ¿Cómo orientarme entonces? Y en esa Atenta observación del terreno descubrí que los tendidos eléctricos informaban de la cercanía de una carretera.
Cogí el palo, mi bastón de “poder”, jejeje, claro que así lo fue, porque gracias a él ” pude” caminar más fácilmente por territorios desconocidos, y me adentré en un bosque espeso y grande que me invitaba a conocer sus misterios. Allí me fui, piernitas frágiles y a la vez activas de 60 primaveras, intento de cabeza vacía de pensamientos anticipados, ¡AQUÍ Y AHORA ESO AQUI Y AHORA!